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domingo, 16 de agosto de 2009

ÁNGEL DE FUEGO


-Esta noche mientras dormía he sentido que me llamaban suavemen-te por mi nombre.

-Polaris, tienes que acompañarme.

Era una figura esbelta y volátil, de una voz tenue y una giocondina sonrisa. Sin pensarlo, le he dado la mano y me he fugado con él. Era mi ángel.

Sin saber como, me he visto entrar en un edificio enorme, escalonado, que yo ya conocía en su aspecto externo.

En la entrada, mi acompañante me indica que he de seguir solo. Levanta la mano y con el índice me muestra el camino. Sigo por unos complicados laberintos solo y con la ayuda de una luz que aunque tenue es suficiente.

Ahora me encuentro frente a él, es majestuoso y sencillo, severo y agradable. Su mirada me impresiona de tal forma que me indica que me conoce totalmente. Sin mediar palabra, sé lo que quiere de mí.

-Al fin puedo dormir tranquilo y querer a los que quiero.

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